jueves, junio 10, 2010

El último whisky

-Hasta luego- suspiró jocoso. Después bebió el culito de vaso que le quedaba en el fondo del escocés, sacudió los hielos, inhaló profundamente el olor etìlico dulzón que emana su copa y se confundiò enbtre la muchedumbre que visitaba a esas horas el bar de la calle Humahuaca.
El último en verlo sonreír fue el pibe que estaba detras del bar sirviendo las copas y despachando clientes.
La penúltima lágrima tenìa olor a whisky. La última gusto a sangre.
Los suicidas tienen un extraño sentido del humor.

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