sábado, marzo 31, 2012

Apagáte, che!


Levantarse a mitad de la noche, con una baba y media entre los dientes y el corazón (latiendo) en la boca, levantar el teléfono que cuando sueña desde el sonido, se percibe distorsionado. No fue ni un ring ni un tone, pero hubo un raje sin alegría. Reprocharse durante unos segundos que tal vez, atender sea, entrar en un mundo del que no se sale, porque es claro que él (a quien la cabeza le hormigueaba y aún no podía comprender si era cierto todo o no) se había acostado en su cama, en su lado de la cama tirado como cayó, cuando había llegado de la calle como hace dos horas, demoledor el día y demolido en cuerpo, con las piernas que le dolían de haber mudado a Bagdag entera hasta su casa, tres pisos sin ascensor, con olor a casa nueva. Le dolían las piernas, pero era algo que le hubiera pasado aunque no hubiera mudado ni movido ningún mueble ni armado ninguna cama. Era un fin de semana y era el cuerpo el que se había mudado de estado y él no quería darse cuenta. Cuando el teléfono sonó, lo encontró transpirado, con la cabeza apoyada en la almohada babosa, un jean medio sucio vestía, con las piernas saliendo del borde de un cubrecamas que no lo había aún tapado. La ventana de la pieza de su casa todavía exibía un cielo tan negro de noche tan noche, que Rogelio tuvo la idea de que la persiana blanca habia sido bajada, y que no había nada allá afuera. Cuando la luz prendió y el reloj le mostró numerales, divisó la persiana de noche que le cerraba la visión hacia afuera. Rogelio creyó que aún era de día, porque cuando su cuerpo en demolición cayó rendido en la mitad de la cama; pues del otro lado aún convivian cosas que habían sido usadas en el día, un sol triste de Sábado sin prisa lo revocaba desde el cielo. Pero se durmió con él el sol y cuando el teléfono hizo su gracia, y relojeó a ver si había amanecido, se dio cuenta que no eran mas de las nueve de la noche y aún no entendía cómo había llegado hasta allí.

Al atender, no escuchó nada, o casi nada, y no le quedó otra que cortar. El reloj le arrojó numeros que no coincidían con el color del cielo, y llegó a pensar que se había cortado la luz o la luz se había ido antes de tiempo. No entendió la diferencia y prefirió volver a su almohada mientras su gatita merodeaba y se acostaba. Ni bien puso la cabeza en la almohada húmeda, cerró los ojos y pensó en mañana.

Apagarse de repente el mundo, de luces de colores para ver pantallas, de turbinas que mueven circunstancias, de usinas que calientan recuerdos en televisiones lejanas, se percibe distorsionado. Con los años entendió que ese cielo que se apagó antes, ese despertarse antes, ese corazón en la boca, era la hora del planeta a la cual se había apagado todo, un instante, incluso su sensación de estar vivo. Lo habían llamado y no había escuchado porque, claro, cuando se apaga el mundo se prende una percepción que tardaremos vidas en comprender y no hay reloj que nos diga cuanto tiempo ha pasado, porque cuando se detiene el mundo se apagan los oídos, y se trata de percibir distorsionado un corazón que late pero que no bombea sangre ni inyecta vida. La hora del planeta, es una debil muerte a los ojos; es una debil vida a los otros, los que mañana quieren corazones en la boca, con sangre y todo: sin inyecciones.

Casa Pintada III



El griterío llegó  a una cuadra de casa. Había niños que disimulaban una reunión en la vereda. Los juntaría las ganas de ser ellos mismos allí afuera. Desde las casas, algunos de los vecinos, miraban desde las ventanas esperando entender o esperando que se fueran. Cuando los ojos de los vecinos se quedaron pegados en otras ventanas vidriadas para mirar. Los niños, se habían esfumado. No sin antes dejar en la pared un berrinche o una frase o una declaración de principios con olor a aerosol, y chorreando al sol.

Casa Pintada II



Giró en derredor aquel hombre mediano. Vió que los taburetes de la sala esperaban que alguno se sentase. Todos se habían ido. Era la hora de la tarde en que los alumnos salían a fumar o emborracharse en la plaza. Sintió un vacío que se completaba con cuadritos en atriles o esculturitas en las mesas o dibujos en papeles. Tinteros medio secos, en vidrios se desperezaban por sentir el cuchillo clavado de una pluma de ganso, para que despues pueda la tinta negra y sangrante, desparramar líneas hacia otros horizontes, y construir la belleza de las caras y lo horrible de los cuerpos, ya muertos, de los estudios de anatomía, tan prohibidos. Tan oscuros, como la tinta que los dibuja. El vacío le dio la pista, y la ventana que llevaba a la plaza de una Florencia con olor a mujer y a aceite, le impregnó en sus retinas de artista una imagen imborrable.
El cuchillazo de la punta de la pluma clavó la calma del tintero. Rayones azabaches llenaron el vacío del papel amarillento. Lineas, puntos y contra frentes aparecieron de la nada. Hubo una geometría que respetar, la de la ciudad fugada. Hubo un infinito que retratar, hubo un vacío que llenar. Se había llenado el taller de pronto : aquella ciudad (con sus voces y todo) entraron por la ventana. Había redibujado el mundo, el hombre mediano. Había inventado la perspectiva. No hubo mas excusa en esa casa, él lo había visto todo.

Casa pintada



La piedra tuvo un reflejo. Todavía el alba le acariciaba las aristas y había pasado una noche desnuda ante las brisas. Bestias y otras bestias olfateaban el olor a hombre desde la lejanía. La humedad de la cueva, la cercanía del río, la desértica estepa eran refugios que la piedra ocre y mineral vida dejaban prendida a la tierra, agarrada al paisaje. No era solo un techo la piedra, era la consecuencia de la unión de la manada de bestias que de vez en cuando en ella moraban. De especies diversas e instintos primitivos, hubo bestias de todos los colores y sonidos que pasaron por esas sombras. Líquidos diversos las bañaron, en rituales ancestrales de marcar un territorio con orin, o de rascarse el lomo con sudores. Todos ellos, salidos de mil cuerpos fueron por años invisibles testimonios de que la piedra no era solo un resguardo.
Tuvieron que pasar miles de bestias de pelos enormes. Aquellas bestias trajeron del río orines de colores, rompieron mil arcillas de barros ajenos, tuvieron la virtud de hacer de la piedra una casa, eran hombres de pocas palabras esos hombres, eran bestias de pocas letras esas bestias, pintaban como los dioses a sus hombres sus casas, dejaron testimonio de tinte en la piedra. No imitaban su sangre ni retrataron su caza. Impregnaron su cuerpo, y marcaron su historia, hubo un cuerpo con manos, habían inventado todo. Habían dicho, aqui estuvimos, esta es nuestra casa, estos somos nosotros, bestias.

viernes, marzo 30, 2012

La noche de los tiempos III

"Hacé de cuenta que estuve navegando,
es casi lo mismo solo cambia el paisaje
abajo el mar que nunca se ve
arriba el cielo el cielo raso..."
Mirta de Regreso.


Guiaban a los viajeros dos estrellas pálidas y mil otras sombras depositadas en el cielo. No había otra cosa que los agarrara a la tierra mas que tres miseros puntitos desperdigados en la infinitud y tal vez (solo talvez) un intrumento que les daba sentido a los puntos, dando sentido y dirección a su viaje. No había luna que los regara de cielo bajo ninguno de los miles de horizontes que ante sus ojos despegaban. No estaban perdidos, llegarían algún dia a algun destino.  Mientras tanto, no había derrotero que les enseñara que rostro verían mañana cuando hayan encallado en tierras incognitas. No había certidumbre alguna sobre esa tierra cercana, sólo de los puntos que desde el infinito eran sus soles de noche.

La noche de los tiempos II

...los enigmas del vino le acarician los ojos...
El gordo triste, Horacio Ferrer

Ohh Dulce Dios...
Steppenwolf, Herman Hesse

Iban a buscar los otros, un poco de vino hasta unos pasos. Los que quedaron bajo las nubes de miedo a tormenta y olor a lluvia desnuda, comentaron dos palabras acerca de los beneficios del fuego. El invierno arreciaba claridades sobre los dedos, y escarchas de durezas en las palmas. La caza había sido mala. A falta de carne, las uvas borrachas son el espíritu de un sol que no aparecerá hasta dentro de unas horas. Y cuando lo haga, habrá que enfrentarse al triste ritual de la matanza, de la sangre contra los ojos, de las cuchilladas y bramidos. O de la muerte por la vida.
Hasta que no aclare, y mientras los niños duermen, hay un dios que les recupera el aliento y les deja la impronta de vides sobre vidas en los labios. Pintados los dientes de la sangre de un viento que huele a humedades. Hay un espiritu con olor a dulce, con gustito a dios en la boca. Les esperaba una larga noche. Porsubires de valentía en las venas.

La noche de los tiempos I



La inmensidad de un bosque tiene cara de noche azul, ocaso de los ojos claros.
Aparecieron dos hombres a la luz de una luna rota en dos pedazos inservibles.
Pisaron los pastos y las hojas antes de emitir sonidos. Treparon a un cedro antiguo que chirriaba de viento.
Hubo que frenarlos para que no siguieran trepando al infinito cielo, pues sus manos peludas les permitieron asirse de todo obstaculo que yo pudiera haber encontrado.
Yo escribo esto. Ellos han trepado. Inmensos y se quedaron nuestros, en la noche de los tiempos.

jueves, marzo 29, 2012

Invisibles




Una imagen sin memoria ni tacto destella entre un arco iris y una gota de sal,
guia su camino uno de los tantos ojos que admiran sonreir de luna (nueva)
No necesitemos hacer caer el retrato de madera blanca que nos muestra ciegos,
para ver que no hay que andar perdido de maneras simples, sin seguir en estos suelos.
Juguemos a que no existe nada mas que un vos y un yo al desnudo, una imagen
sin tacto que destella entre un arco y una gota de estar.
Quizas sea madera de otro árbol, cuchilla de otra astilla.
No necesitemos cortar los rostros de maneras blandas para ver que no hay que andar jugando a ciegos, que quieren ver lo invisible.

martes, marzo 20, 2012

zamba para una sola flor

Guijarro de una sola asa, se redondea hasta hacerse orilla y al fondo de la curva es la concavidad la que es oscura y precipita.
Retoño de una sola flor, se hace verde de querer salirse y al fin de la hoja herida es la inmensidad la que la alumbra y necesita.

sábado, marzo 17, 2012



...llegar hasta allá para ver lo que fué,
                         romper escaleras de ojos que ven,
                          Ahora él entiende que el tiempo lo tiente con vidrios pequeños y pies...

aguantar los trapos



Un trapo flamea en la silla de la casa de Beatriz. Una vez, recordaría ella, aquellos trapos  sucios habían servido para quitar la mugre que dia a dia se depositaba en las mesas y en las mesadas. Ahora ese trapo seco, al sol que olía a la humedad de patio antiguo, ya no limpiaba mas una mugre que no fuera la que Beatriz había producido.
Se trataba de agarrar el olvido con un escarbadientes y sacarse de entre los dientes que todo lo han mordido, los jirones de realidad que tan dificil había sido masticar. Se trataba de agarrar los trapos y aguantarlos un rato para hacer mañana banderas, que ayer limpiaron mierda.

martes, marzo 13, 2012

Desnudo


Sólo en la escritura, en su más íntima esencia, en la obra de arte verbal bien construida en cuanto a la relación entre creación y sociedad, podemos encontrar las claves íntimas del escritor.

En un reciente artículo cuyo enlace he extraviado, me encontré la cita que dejo ahi arriba. No es mi opinion, y si es mi opinión. La traigo acá porque, sin animos de extenderme en ensayos que no llevarán a ningun lado, me pregunto acerca de su veracidad y si no es cierto tambien que en otro orden de cosas, este intercambio posible, maravilloso imposible de escritor desnudo (figura metafórica que tomo de la nota que invito a leer cuando la encuentren) no es sino otra herramienta que los escritores (de barrio) de nuestra generación no tenemos que aprender a utilizar. Hablo de la desnudez como herramienta y de la mascara como instrumento para mostrar voces y escucharlas, quizás en el momento. Me pregunto sin animos de entrar en teorías, si la escritura de estos barrios (los blogs) y el rumor de los que leen,  no es otra cosa que una bohemia enmascarada, en pantallas lejanas, en la soledad ahora del que deja de escribir para esperar lo inesperado. La lectura y una devuelta..


lunes, marzo 12, 2012

La otra vejez

Este territorio es bien antiguo, lo pueblan osamentas recubiertas de moho recalcitrante. Por encima de ellas, y también por debajo, entre pastos que por los años entran en ciclo de secarse y reverdecer, se secan y reverdecen ellos, los pastos de este territorio llamado pampa, estepa o soledad; de acuerdo a quien lo mire. Este territorio es bien antiguo, lo viven poblando pisadas de mártires presas que correteando en silente recuerdo ahora veo pasar como si fueran mi vida. Porque, claro, desde acá abajo, retumba y reverbera todo un poco mas, y una escena de caza de quimeras andantes perseguidas por bucefalos de caras triples y dentaduras con olor a hierro hijo del óxido; chorreante y medieval; parece repetirse con el paso de los siglos cuando de pronto hay lanzas o bolas con manija que se clavan en tierra luego de maniatar bestias aladas que no vuelan, monstruos hijos de los reptiles mas antiguos que me han poblado. En otra escena reciente son las pisadas de bestias metálicas, barbadas y sucias, que se comunican con la lengua antigua de mares lejanos y que piden, ante no se que deidad porque aqui la única soy yo, sumisión. Y ellos, cazadores antiguos tanto como este territorio que ahora habla por boca de entierro, porque lo han pisado miles de años y aún, es joven, este territorio, que es bien antiguo.


...este escritor de blogs subterraneos, se ha dado cuenta hoy, revisando los requisitos de certámen literario, que hace tiempo que ha dejado de ser jóven; estas ficciones de tierra adentro, me dejan ver que antiguedad y juventud son dos estados compatibles que se niegan a perecer...

Chau


Hola. No es esperar. Ni es leer. Ni es que nadie que lee lo que aparece acá, espere verse en espejitos. En todo caso, sabélo (si a mi mismo te hablo) que el espejito espejito dime tu quien en el reino la mas linda (guitarra) dime tu, espejito espejito (que pum que pam) terrome espejito (que pum) bajá. Que espejito dime de quien en este reino es elmas tontos(terrome terrome) y quien por el puente (martin pescador, pasará pasará) pasa el o pasayo, ni pasa el ni ninguno dos (o la pelota o el jugador) los dos no. Que era sentarse a mirar en un espejo a ver si de ese pelo largo que crece y seguirá por que, va a caballo (a caballo vamo pal monte, a cabayo vamo) caballo porteño cabayo al fin. Cahualo tehuelche, cahualo al fin. Ni es desperar tampoco (que noestamoslocos que sa-bemosloquequeque-queremos...) vivir la vida igual, igual, igual, que si, que si, che que si, fuera un sueño. Pero que nunca termine (porquela noche es tan larga, tateti) igual que si fuera un sueño, pero que no se te entiende, igual que si fuera un sueño, pero que no se termine (porque la noche es tan larga, guitarra ehh) igual que si fuera un sueño.
Y hay de esto, y de aquello, y esto, queridos, no es ni de esto ni de aquello. Es de eso que queda cuando pasa el caballo y ya te has subido (mi caballo mi cabayo) y a pelo (palmonté) se sube espejo e infancia y-a-mirar- a ver- que -pasa y el caballo (cruzó la tierra) no espera (con luna) ni desdensilla solo (cruzó los valles) relincha en brincos (mi) y a pelo largo, espejito espejito (te estoy nombrando). No es de leer. Ni es que nadie que lea lo que aparece acá sepa que se cuenta, porque no se cuenta se vive mientras se cuenta (quien de este reino es la mas bonita). No es de saltar y no hace falta que a fin de hora uno de esos retratos de unas monedas con marco bonito para darme una foto mia (si queres te la traigo, pero no hace falta porque vos tenes varias, guardadas)  y no hace falta (oscuro) esperar a estar bien cerca para estar allá en el vicio del silencio. Porque se han muerto los vivos que me hablaron sin saberlo. y No Hace. ni falta ni nada de ganas que faltan que te de una foto en la que (espejito espejito) se está rompiendo el cristal y a cabayo me voy de pelo largo milonga, de ojos oscuros, como la noche, como la noche, milonga que me comprende y me mima (y no hace falta chorearle a chiarloDino su milonga de pelo largo, porque mi espejo está roto, mi guitarra no dice, mi alazán no me nombra y aún aún no ha venido ese sueño de mierdas, tapado hasta de sudor apenas, que dispara en espejo, rompe un orden de sombras, se acomoda en mi cama, me hace piedra la boca y me espera sentado, ojoalpiojo la boca, igual que si fuera un sueño (pero que nunca termine). Que si, chau.

sábado, marzo 10, 2012

Creer (letra sin música)

"y despertar al sol acariciandolo...
y darte cuenta que hoy, es todo lo que hay"
Minimal, Hoy, Hoy, Pez



Nadie va a dejarte ir, 
ahora que aqui has venido.
La verdad, siempre fue
saltar hacia los oidos.
y decir que no hay que hacer
las cosas otra vez.
y saltar, saltar sin red
pudriendote después.
un motor sin arrancar
rio de lo que has vivido
un cajón de irrealidad,
que te despertará.
no salir a ver llover,
si no pudiste ser
uno mas de los que ayer
se hartaron de creer.

viernes, marzo 09, 2012

Los Regresos


Regreso I


Cada vez que sonaba el teléfono y él, pequeño como se sentía, y agarraba, el tubo y ponía en auricular en su oreja, apoyando rápidito para escuchar la primera palabra que escucharía desde el otro lado de la ciudad, que le dijera -Hola ¿Cómo estas?- y comenzara así una conversación de unos minutos, en la que ella (la que en un rato dirá : - Cuidate, llamame ¿si? -) preguntaría por su esposa, preguntaría por él, preguntaría por sus cosas y él contestaría sin pausas, a cada una, de las preguntas, y ella le preguntará si tiene algo que contarle -Nunca me contás nada- y el le dirá algo que a fin de cuentas, es lo de siempre e irá preguntando él ahora a ella por su esposo y por sus cosas y cuando él la escuche contarle brevemente alguna noticia del pueblo - ¿Te conté que se cayó el nogal? -, y cuando la escucha, se da cuenta que escucha una voz lejana, que lo asusta, pero que lo asusta mucho, porque claro, cada vez que sonaba el teléfono y él, pequeño como era sabía que habia del otro lado un regreso de una vida que ya no era.

Regreso II
 
"...y ya veras las sombras que alli estuvieron no estaran...,
...ya va a volver al barrio que a sanlorenzo lo vio nacer..."
Dale alegria a mi corazón, Fito Paez/Canto de cancha, Anónimo Popular, 2012

 
Se reencontraron un día cualquiera, no importa. Ella regresaba al barrio por corto tiempo luego de haber vivido pequeñas vidas de novela en la ciudad de Tilcara. Aquel día cualquiera, él aún no había dejado el barrio que lo vio nacer. Ahora, que escucha él ese canto de hinchada que viene de la ventana, a coro con afinado abrazo de hinchada de miles, le llega desde el ensueño de día triste,  un recuerdo añejo, de día alegre. Ella, pasó por el barrio a saludar, pues se iría de nuevo a Tilcara en cuestión de horas. Hacia años que no se veían, no se cuantos, los suficientes como para que la palabra años tenga sentido. No habian sido ni amores, ni amantes, ni siquiera hermanos, tal vez amigos sea la palabra, pero a la distancia del recuerdo, ahora en una ventana que mira a la Avenida Rivadavia al fondo y a años de haberse ido de ese barrio, la palabra amigos guarda otro significado. Tal vez hayan sido amigos, y ese dia cualquiera, cuando la muchacha bajó del auto de su novio, cerquita del puente  y lo vió a él - al que ahora entresueña un cantito de hinchada que abraza - se soprendió del tiempo, y de verlo, y se sorprendió tambien al verse vista, por él, que, caminando distraido con walkman de un  Páez de fondo, le puso stop a la cinta y caminó, directo hacia donde ella y su novio estaban. Se hablaron a los gritos a unos metros, con los saludos del caso. Fueron presentados los dos hombres, en un cálido apretón de manos sinceras, era la primera vez que se veían. Pero existía entre ellos una familiaridad hija del aprecio. Se charló rápido a falta de mates y por la prisa de ambos: se habló de ellos. Se preguntó también por aquellos amigos antiguos que el barrio se había tragado o escupido, quien sabe que, a otros barrios,  quien sabe quien, a otros amigos. Se contestó sobre los viajes y los éxodos de casi todos. Se pusieron al día en materia del tiempo, que pasa volando - claro - y no te espera ni una ronda de mate. Recordaron el pasado sin hablar de él, hablaban del presente, de qué era de cada uno de aquellos militantes de la bohemia, con los que se compartieron unos años, que ya no era  una unidad de tiempo. En fin, se pusieron al día, alegres. Los de los viajes y de los otros, los que no vuelven. Se hicieron el gesto breve de que habia que partir (si hubieran tenido el mate en la mano, se hubieran dicho gracias). Aquel novio de ella se había hecho parte de la ronda y cebaba cada tanto comentarios presentes sobre aquellos jóvenes de los cuales se trataba mas que nada esa mateada y lo hacía desde ya, desde su ventanita de aquel momento en la cual aquellos amigos, también sus amigos algunos de ellos, eran presentes. No habitaban en sus mates, el olor añejo de la ausencia o de la vida en otro lado, sino mas bien, los traía vivos, a la ronda, que era una ronda con mate de fondo. Los traía vivos a los mates y con ellos a ellos, que para los otros dos reencontrados, se habían pegado al recuerdo. Curioso el recuerdo de ambos, porque era posible traerlos de vuelta del todo, al menos no con palabras, al menos no con muy rico. No le importan ahora, a él que desde su ventana aprecia el silencio, ya no ese canto callejero de Rivadavia de fondo, sino de autos lejanos que doblan esquinas y van hacia puentes para llegar a perderse en un barrio. No le importan, piensa, los nombres de aquellos amigos, que si enumerarlos quisiera, le llevaría tal vez unos años, que ya no es una unidad de tiempo, sino una medida del abrazo. Si enumerarlos quisiera, llenaría una cancha, de tribunas vocingleras. Una cancha como aquella que se fué para otro barrio, y que ahora quiere volver, y la escucha volver desde la calle, que es por donde vuelven los autos, los amigos y  los recuerdos.
El auto tenía el motor encendido y el novio de ella con la paciencia nerviosa del apuro - habían quedado, ya, tenían que estar en otro lado, hace rato- fue hacia el baúl a revisar algo, levantó el baúl y sin ya verlo, él y ella se dieron un abrazo fuerte. Ya habían charlado todo lo que había y ya habían traido todo lo que hubo. Fue un gracias de mate humeante aquel abrazo, que duró años, que ya no es una medida de abrazo sino de fuerza.  Fue casi eterno aquel abrazo, por fuerza, ternura y misterio. Habían traído a aquella ronda, lo que las palabras no pueden, un día cualquiera, en un abrazo eterno. Al bajar escuchar el  ruido del baúl bajar, los fugaces abrazados se intentaron separar, en un gesto por centímetros, que ya no es medida de distancia sino de existencia. -Quedate un rato más, es importante- escuchó él que su novio le decía a ella, mientras se alegraba pues se dio cuenta ella tenía, a su lado ahora, alguien que la quería. Lo que siguió fue darse cuenta que en ese abrazo, mas que los dos, estaban allí también aquellos amigos que desde esta noche de Rivadavia de fondo, él escucha y no quiere nombrar. Ella subió al auto, él saludó a su novio, con un apretón de mano y una mirada a los ojos, ya con el motor encendido, movieron las manos con un gesto típico de cualquier estación, un día cualquiera.
Habían partido. El nunca mas volvería a ver, sabrá de ella rumores que trae la calle. Guardará ahora un recuerdo nuevo que vivirá en un abrazo futuro, un día cualquiera, cuando esta ficción regrese de las sombras.
 
Regreso III

"...hay en la casa un hondo y cruel silencio huraño..."
La casita de mis viejos,

Hubo una casa un día, escrita-maravilla de libro sin fín, que, al recorrido de siglos fueron ladrillos de papel arrugado, donde en sus paredes blancas habitaron seres de papel sin tinta, quienes se preguntan desde el fondo de un baúl o arcón antiguo, apelmazados como están ahora ellos que ya vivieron y dieron vida a la casa, cuando arden las paredes por el paso del tiempo, y cuando ella ya no habita ya mas a nadie, donde estará la dueña, vieja ahora, ya ciega, Doña Mercedes, y donde están sus hijos, que no regresan.

al recuerdo de Mercedes Guevara (personaje robado de otra ficción),
que regresa eternamente,  sin haber vivido nunca esta vida tan breve.

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sábado, marzo 03, 2012

El imaginador de Claudia


Levantó su cabeza, y creyó (sólo creyó por un instante) que alguien la imaginaba. Que alguna persona, tal vez de su propia ciudad, estaba pensando lo que ella haría. Prefirió por un segundo imaginarlo de sexo masculino. Viejo, barbudo, de tez pálida, con lentes. Lo imaginó triste. Mi imaginador me llena el tiempo con bobadas, se dijo a si misma Claudia. La voz de Esteban, del otro lado de la pared la detuvo de seguir hablando sola. El café ya estaba listo. En breve iría a servir a la mesa, sonreiría con ojos burlones y tal y como su imaginador lo imaginaba, se sentaría y quedaría callado durante unos segundos esperando que alguien le preguntara algo a Claudia.



Al día siguiente Claudia le preguntó a Esteban como había estado todo en el trabajo ese día y Esteban le contó detalladamente que su compañera Marta, había faltado otra vez a causa de su embarazo. En breve dejaría de asistir y muchas de todo el laburo recaería sobre Esteban. Claudia permaneció en silencio, acomodaba unos libros que había estado usando en la repisa, y su atención se dividia entre los lomos de los tomos que acomodaba y la conversación con Esteban. Puso cara de preocupada, pero ni ella se misma se creyó que lo estuviera.

Escuchó minuciosamente todo lo que Esteban le dijo pero no tuvo nada para decir más que medio monosílabo cada ojos. El bajó la vista y le aclaró (interpretando tal vez que no Claudia no habia entendido su problema) que iba a estar mas ocupado los próximos meses.



Claudia pensó hacia adentro (no lo dijo) que Esteban era muy afortunado ya que estaría ocupado mucho tiempo, de esa manera no malgastaría el tiempo pensando que hacer con ella. Haría lo que tenía que hacer, como una rutina, sin tener que imaginar demasiadoo. Pensó en decirlo mientras acomodaba un libro de Melville, pero cuando sus ojos se desplazaron desde las letras MOBY hasta el rostro de Esteban, casi casi como una sola cosa, se dio cuenta que no era una buena idea. Esteban quería ese trabajo, pero estaba cansado ya.



- Quizás contraten a otra persona ¿No te parece? – No. Nada de eso. No contrararían a nadie más y Esteban haría el trabajo de Marta en las horas extras. O en algún fin de semana. Claudia lo sabía y si bien eso no la alegraba, mentía un poco al mostrar su preocupación.





Mi imaginador me imagina ahora desnuda. Tirada, en una cama, pensando que decirle a Esteban. Me imagina y estoy segura de eso y nadie me lo saca de la cabeza y medito en un instante si sería creíble contarle toda esta historia a el, que es el tipo, hoy por hoy en el que más. ¿Cómo se lo contarías? ¿Hay uno que me dice que hacer? ¿Hay un tipo que sabe lo que yo hago? ¿Hay uno que de barba y lentes que escribe sobre mi y sobre vos? Y lo que es peor, que lo que el escribe es lo nos que pasa. No Claudia, me digo y pienso, él (tu imaginador) no lo sabe, no entendés sólo lo imagina. Claro, me había pasado por alto que imaginar y saber no es lo mismo. Él (tu imaginador) no está seguro, no es un erudito, tu vida no le llega como una verdad revelada. La imagina de la misma forma que en un sueño, solo que lo hace despierto, pero se sienta y escribe, o quizas, la imagina sólo cuando escribe. Una, viste, no sabe de los sueños de otras personas; aunque te los cuenten, viste, no los sabés, los de los otros los imaginás. Tu imaginador sólo sabe los suyos, y a veces los olvida, pero tu vida, Claudia, tu vida la imagina. Claudia pensaba en silencio. Tenía miedo de empezar todo ese diálogo en su cabeza en voz alta.



Decidió no contar nada. No contarle nada, ni a Esteban ni a nadie. Por un tiempo se olvidaría de su imaginador, o al menos dejaría de nombrarlo y de imaginarselo como alguien vivo. En cambio, decidió retratarlo. En sus cuadros, hombres de barba y lentes, pálidos y viejos emergieron de repente: sólo lo retrataría. Haría de cuenta que Claudia imagina a alguien y escribiría sobre el para sentirse menos demente. Se convenció en un instante. Un llamado de Esteban la amedrentó. Sonó el teléfono y el atendió dudando que diría, cambió el tono de voz, lo saludó alegremente. Hablaron un rato y cuando Esteban le preguntó que hacía, ella dudó. No estaba haciendo nada malo, simplemente le costaba decirle qué era lo que estaba pasando con su imaginación.

La doble vida de X


             Cubría su rostro con el desgano enorme de la luz que penetraba sus pupílas. Pálido, casi reseco por un rato; sintiendo la mixtura de ruidos, gritos y chirridos que venían de afuera abrió sus ojos al viento polvoriento cuando el tren se detuvo en su destino. Aún acurrucado entre sus ropas de días enteros sin ser cambiadas, con la cabeza pesada reposada grávida sobre los hombros, babebeando de entre-sueños con los dientes apretados, X se dió cuenta que debía bajar de ese tren. El grito del guarda nombró su lugar de destino. Indefinido hace horas, definitivo ahora. 

            Como una premonición oscura, digna de novelesca estirpe, X supo que debía despertarse lo suficientemente rápido como para tomar el equipaje que traía con sigo y salír a pasoo ligero por el pasillo del tren, poblado de cabezas entusiasmadas que miraban hacia las ventanas.