"...que te veo
se parecen a un niño"
Luis Alberto Spinetta, BolsoDios, Pan.
Hace unos ratos largos que los largos ratos son como haces. Hace un haz de brisa helada por la mirada y ella la cierra, casi como un reflejo. La bocanada ferviente de aire puro se le mete por cada uno de los poros, le atraviesa la ropa y la desnuda en silencio. Si, la mirada también desnuda. Se convence de que quizás aquellas últimas consideraciones que hizo acerca de aquellos hombres que la rodean, no la rodean tanto como los hombres. Mas bien se siente que todo fue como estampar un mosquito contra una pared bien blanca. Chupasangre. Toda la furia heroica en resumida en una critura inerte, que temblequea contra el fondo del universo bien blanco de una pared, con las patitas aún oscilantes y la trompa reventada de un pastiche rojo, de la consistencia del rouge, con olor a hierro.
Pero prefiere sentirse desnuda de rabia, que vestida de asombro. La sorpresa, la anula: la estampa. Trajo de su viaje algunas sonrisas que le quedaron impregnadas en sensaciones que ni ella se anima a revisar. Hace de cuenta que las cosas prestadas, nunca le pertenecieron. No lo sabe, pero Amalia se miente. Retorna a las costumbres vanas que la inclinan al sur, en contraposición del norte. No busca un destino ni espera que él la encuentre.
Se miente porque no sabe que aquellas cosas que le prestaron y que ha devuelto nunca vuelven enteras. Algún pedazo de niño queda pegado a su risa cuando se termino la hora del juego. No lo quiere saber. Vos no se lo cuentes. No se lo digas a nadie. Ella solita se va a avivar. Algún día, sentada frente al silencio de no querer mas a nadie odia a si misma, se habrá dado cuenta, de que todas las cosas que conoce, se parecen al cielo.
¿Dale?
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