Ahi viene. Ahi viene eso. Ahi viene eso que. Ahi viene eso que uno. Ahi-viene-eso-que-uno-quiere. Ahivienesoqunoquiereagarrar. Y se escapa. Pasa. Y no viene mas. Por un tiempo. Se olvida de pasar a buscar sus petates por la pensión de Riobamba. Le tiene miedo al cine, al teatro. A la fantasía de que su vida es un poco mas que su cuerpo. En la punta de la lengua como quien añora decir una palabra olvidada en dicción mas no en imagen, imagina que puede poseer todas las cosas juntas con esa deseorragia que lo cruza de espaldas. Si, dije Deseorragia. Dije eso y lo repito. Lo veo a través de una botella de Coca-cola en un bodegón de la calle Corrientes, pone esa cara de tener el deseo en la punta de la lengua, o en la punta de la boca, o en la punta del ombligo, o en la boca del estómago y tiene unterrible miedo de que de nuevo se le escapen los deseos por esa arteria abierta que tiene entre los labios. Y mientras escribo estas lineas sentado, y el mozo me trae la cuenta de la Coca-Cola que acabo de tomar. El mozo me pregunta si es todo, y yo me pregunto que escribo. Pero no soy tan gil como para contestarle al señor, que tan amable ha sido esta noche de sábado lo que escribo, porque ni yo lo se. Ni me importa. Ahi viene de vuelta. Ahi, de vuelta viene. Eso. Ahi viene de vuelta eso que unoquiereagarrarysiempreputamadreselescapaporlaboca.
-No se que escribo- le contesto, como preguntandolé.
-¿Desea algo más el caballero?
-No gracias. Me acabo de ir.
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