sábado, septiembre 24, 2005

Tarde en el cuerpo

Decir siempre lo mismo, decirse siempre lo mismo, hacer decirse siempre lo mismo es una de las tantas formas de grabar a fuego en nuestra propia historia algunos pasajes, historias, pensamientos o frustraciones. No se bien que pasa cuando siempre sentimos que decimos lo mismo, no se que pasa cuando lo siento yo, cuando lo siente ella, y sin embargo, nos dice, me dicen, le digo, que no, que no es lo mismo, que no es lomismo decirlo hoy que decirlo ayer. LA sensación es como la de quien espera siempre el mismo tren, el tren de las ocho y cuarto por ejemplo.¿YA pasó el de las ocho y cuarto? ¿Ese que se fue es elde las ocho y cuarto? Para que pregunto si igual no tengo reloj, ¿me importa que sea el mismo tren? ¿Me importa llegar a horario? Hagamos de cuenta que me importa. El tren de la misma hora es el discurso repetitvo, lo que transucurre una y mil veces en la vida, lo que decimos que elegimos.
No puedo esperar, y espero. No puedo postergar y postergo. Siento y espero que llegue esa carta, ese mail, ese mensaje, ese tren. Ese tren me lleva, y circunstancialmente me trae.Tomarlo es postergar otra cosa, escribirlo es postergar otras tantas. Pero ni yo manejo el tren ni yo hago la llamada.
Por mas que uno diga, el resto siempre pide cosas. Directa o indirectamente te andan pidiendo millones de cosas sin que puedas darte cuenta. Y lo que piden se mezcla con lo que digo, y lo que digo se mezcla con lo piden. Y a fin de cuenta termino sin voz para llamar al tren, y lo espero y no lo llamo. Y quizas lo que piden es sencillo. No se si digo siempre lo mismo, pero a veces parece que me repitiera siempre las mismas demoras, que me reprochara los mismos itinerarios, que me enredara en las mismas frases para aceptar la demora.
Empiezo a dudadr de querer tomarme ese tren o no. Es mentra que no tengo reloj, Se muy bien que estoy en hora, que nunca es tarde en el cuerpo.

miércoles, septiembre 14, 2005

Calma nada, calma...




Nada me calma.
La calma no calma. La ira no me calma. La cama no calma.
No conozco la sensación, la presiento adentro de un vaso. Líquida y todo. La felicidad tiene olor a memoria. La memoria tampoco calma. Tomo la sensación de un brazo y la bebo de un sorbo y no calma. No es culpa de la sensación ser sentida. No es culpa del cielo ser azul. ¿La felicidad con olor a memoria? Olor a olvido, a hinchazón, a después con nadie. No es culpa de la calma que no viene. Es culpa del que la busca, del que la necesita. No es culpa de la ira si no se apaga, ni es culpa de la calma si no se prende. No vale apagar la puerta, o cerrar la luz, no vale conformarse, no vale acostumbrarse, no vale moverse, no vale correrse. Tampoco vale conocerse un poco mas para calmar a la calma. Clamarla. Vale la pena, si, la vale.
La calma vale la pena. Cuanta pena para una calma.
Cuanto vale una pena.
Cuanto vale la calma.