lunes, junio 14, 2010

Prosa sin Forma (I)

Se nutre el desvelo de un pasado velado por un millón de soles negros bien negros de tanta luz que escupen. Anda misterioso entre las catedrales sin mas entrega que la de creerse benefactor de cuanta magia le pueda ocurrir. Hurga en tres tiempos los mismos rituales que siempre añora. Descubre que escucha con ojos de oso a punto de parir. Se le ocurre que quizás algún día el resplandor de tanta estrella puta, lo venga a salvar de las palabras que tanto lo acogotan. Hierve en dos pócimas hirientes la pata del olvido. Una la que se toma, la otra la que se huele. Como cuchillada por la vena heroica de creerse menos. Residuo ameno de cuatro aventurillas, sospecha sobria de tres pesadillas. Se acumula entre los dedos el despliegue risueño de una bofetada y acude a su grito, fugaz y todo, una cruel serenata.
Sacude la melena hasta que descoloca su cuello y todo ese sostén por el atlas de su espina dorsal, resulta un balancín estrábico o un péndulo errático.
Ni bien el rítmo entra en su cuerpo de medusa ingrata, sólo una pata le tiembla por entre los dientes. Y rechina la pared que lo contiene, y se engrosa ese martirio blanco, y retiene esos humores cálidos por dos gotas locas de licor del vientre.
Se acomoda en su butaca y muerde el resto como si fuera suyo. Detras del mar, una flor. Dentro del viento, el viejo polen. Quizas un cuerpo valga tanto como para serlo. Quizas se te vuele una noche de estas, desvelando la risa atrás de cualquier boca.

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