Ayer el día cálido de verano, ese que puedo recordar mas en la piel que en la memoria, parecía irse. Recuerdo los viajes en tren a cualquier lado, los fogones interminables y la renuncia de la vida. Pero ayer, ese día se fue. Terminó hace tiempo, claro, pero nunca se había ido del todo. Siempre volvía a vuelo de pájaro, ese dia, digo a recordarme que estaba vivo, pues si estaba vivo el recuerdo, estoy vivo yo. Pero ayer, ese día, digo, se fue. Y con el, yo.
Solo hay tres fracasos dignos de mención cuando ese día que a veces vuelve ya no lo hace mas. El primero, haber sido alguna vez ese dia que brillaba; el segundo, haber dejardo de serlo; y el tercero y último, seguir deseandolo cuando se sabe imposible.
Los tres fracasos al mismo tiempo. Pero se demoran en hacer presentes, se regodean con sus pezuñas y me miran de reojo desde esa taza de café, rabia de espuma vaporosa, mientras espero que el futuro llegue en forma de otra vida a esta vida que ha fracasado sin respirar.
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