Humedos dias sin trompear árboles de rio al otro lado. Lluvias que rezan pedazos de hojas que escribimos entre varios, y ahora son rotas por uno. Entre las hojs hubo aspas sin giro ni viento que las levante. No hubo molinos para extraerle nada de nada a la tierra sorda. La fisura de una madera quebrada dio origen a la rotura de las aspas cluecas. Sudando hilos de dias, mojé heridas sin vuelta, ni ida. Porque al final no hay arbol que no haya sido hecho por el viento ni para beber agua, ni para extraerla de la tierra aun muerto, soplado por el mismo viento que lo parió. A veces somos molinos, las menos arboles, a veces estamos vivos a veces no. De todas maneras, seguimos cumpliendo el natural ciclo de vivir del aire y de beber el agua, porque a fin de cuenta es esa fisura extraña la que nos recuerda que no podemos alterarlo. Con o sin aspas, con o sin hojas, habiendo escrito, o habiendo girado. Habremos sido derribados por lo mismo que nos trae al mundo. El agua que cría, la que te hace, es en la que te pudrirás, tarde o temprano.
Humedos dias sin trompear arboles al otro lado del río. Madera podrida. Como la vida nuestra. Hermosa.
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