martes, julio 20, 2010

La espera 3

El diminuto oceano que surge de su ojo lloroso cuando escucha lo que le dicen sobre él mismo, sobre sus penas y sobre su vida, es un mar de nombres que ya no tienen rostro. No es agua con sal, aunque tenga sabor a eso. Es un oceano de seres que espera ser liberados de vez en cuando cuando los diques de la tristeza o de la alegría rebalsan y no sabe más donde contenerlo. Hay una llave de compuerta para tanto oceano de tiempo, pero solo es abierta en algunos tibios momentos, cuando ya no da más o cuando ya no le importa. Hace fuerza pero no le importa. No puede esperar, han intruducido la llave, han abierto la puerta, han dicho ese nombre. Ha llorado.

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