viernes, julio 02, 2010

La luz apagada

Una sospecha es algo invisible, pero no impalpable. Los dedos la acarician con sus yemas y la palpan en la oscuridad del silencio de no querer decirse a uno mismo que hay algo de lo que se sospecha. A veces esos dedos son propios, son nuestras propias manos las que en un lapso de inseguridad acuden al grito silente de no saber que tocar para saber si ahy algo alli dentro o si es todo una fantasía. Otras, esos dedos no son nuestros, la mejor de las veces somos tocados por yemas cuyas manos pertenecen a seres que reconocemos como parte de nuestra vida. Entonces dudamos, nos ponemos colorados, sudamos y tememos, pero estamos cuerdos y el temor que naufraga en esa sospechaes un temor que lejos de dañar, realimenta la constante búsqueda de la cordura. Pero a veces esos dedos son de seres que no conocemos, o peor aún. Pertenecen a manos de aquellas personas que no sabemos si en verdad existen. La sospecha de que exista una sospecha se transform,a en la sospecha de que existan esos dedos que papan en la oscuridad, porque no podemos ver a ese ser que imaginamos monstruo o quimera pero sin embargo le dejamos la sospecha abierta para que palpe nuestras fauces. La locura es cercana, al prender la luz se habrá desvanecido toda fantasía y toda sospecha. Me imagino que la oscuridad es la mejor de las costumbres para deshacerse de certezas que nos hacen desvanecer en la sospecha de que ya hemos nacido, pero de que todavía estamos muertos.

No hay comentarios.: