Si se me ocurre decir que la soledad no es un estado, sino una decisión, entonces será lejano el momento en que pueda entender que no decido en que estado me encuentro. Yo decido, tu decides, el decide. Como a regañadientes observo unas palomas pasando a traves de la cúpula. Se anidan, hacen sus ruidos, revolotean y se pelean. No están solas, se pelean. Un palomo herido dibuja de espaldas con su plimaje repleto de mugre una imagen en el cielo del edificio. Es una cúpula antigua que albergó miles de solitarios en busca de paz. Camino un par de pasos y el eco me recuerda que estoy ahi, te juro que ya lo había olvidado. Una sustancia blanca y negra con cossistencia de tempera y olor a amoníaco cual lava caliente me toca los pelos grises, cae por mi frente, se incrusta en mi anetojo, y me toca los labios.
- Mierda ! - digo.
Y la mierda retumba en esa soledad.
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