viernes, julio 16, 2010

Antimundo perpetrado, regla de oro : corazón rancio.

Desde las colinas puras lejanas y nobles de lo que él, ella, ellos, todos nosotros siempre hemos querido, se ven unas luces, se han dejado de temblar las lejanías y se tornan de disfraces macabros las estrellas que invitan a dormirnos por la noche. Hemos encontrado un desvío de barro por entre una montaña y un arroyo, y aunque al a arruyo del yuyo sólo, no se pueda enemistar la apuesta, existen otras respuestas para tamaño asombro. No recorrimos los arrabales de la ciudad buscando hombres o mujeres para que nos diviertan, recorrimos las afueras de nuestro propio munod para desconocernos entre nosotros y darnos cuenta que no sabemos donde hemos estado, donde hemos sido, donde estamos, donde somos. Hemos encontrado un desvío y al barro que barre al sol, le hemos puesto cara de esperpento, porque aún somos niños que no se cansan de serlo y entienden de la poesía del amor lo mismo que de la vida de los otros, nada. Hemos encontrado a otros que como nosotros se niegan a crecer sin escribir en las pieles que estan vivos. Y dejarlas marcadas con la ternura que la revelación le añade al silencio. Hemos jugado en baldíos mas non balde en potreros corrimos tras balones eternos de manos ajadas. Nos hemos cansado de reirnos de nosotros y hemos llegado hasta aquí queriendo ser hombres y mujeres que juegan a ser hombres y mujeres, y desde las colinas puras lejanas y nobles de lo que él, ella, ellos, todos nosotros siempre hemos querido, es que nos vemos envejecer jugando a percibir en una cicatriz, la marca del terreno que nos camina. En ese desvío nítido al borde del barro, sin carteles que deparen mandatos, encotraremos malos ratos para descubrinos en silencio y hacer de la tierra las lágrimas que amamos, porque tras el río que ríe habrá un llanto que en llantas ralla las rayas que en el corazon nos quedan. En ese desvío se nos pudrirá el corazón, rancio como esponja de mar añeja, caduco como alga en la costa relegada. En ese desvío encontraremos nuestro mundo, ese antimundo que no nos querrá afuera, con el corazón rancio, la piel escrita, las manos embarradas, y con cara de niños que juegan a ser hombres.

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