La isla suya
Quizás no sea dificil imaginarse una isla. Repleta. Tal vez no sea arriesgado salir del sol que nos pudre un poco. No es cuestión de que sepamos a ciencia cierta si aquel sol que miramos es el que nos sufre. Ni el que nos llora. Ni el que nos evita. Quizas no sea ni imposible ni terrible saber cómo sabemos sobre nosotros mismos. No es nada trivial saber quienes somos nosotros. La literatura moderna nos cita como parte de ella, como hacedores de letras muertas y de propuestas sordas. Nuestra virtud es el silencio. Hemos nacido de un par de huesos cansados y de otros tantos corazones simpáticos sin rey ni sombra bonita.No, no sé, no.
No me alcanzan esos cuentos solitarios en las plazoletas del Tigre, ni los temores que me surgen cuando me caminan al lado un par de corazones que respiran infiernos. No hay rocio ni escarcha ni mariposa negra que no me envuelva cuando la isla de siempre se hace hornalla, y los horizontes arboles, y esa linea cielo, y los vacíos nubes, y las risotadas juncos, y las jangadas diminutos cuerpecitos blandos que caminan frágiles por la costa. Diminutas costas que caminan frágiles por las pisadas. Amarra. Existe.
La parte que quiero contar de la historia que nunca escribiré, no es la que he relatado. Creo que ni si quiera puedo contar la historia que quiero contar. Escribiré la que pueda realmente, la parte de la isla que se llena de imagenes cuando por la mañana hay un señor de sombrero relojeando un par de señoritas viejas hechas estropajo contra su sol.
-El tipo piensa que ese es su sol - se escucha en el murmullo.
-Llegaste tarde a la reunión- dice la morocha de ojos verdes, agarrando una remera y cobriendose los hombros.
-Nunca llegué- responde José.
-No hace falta llegar a tiempo para llegar-
-No estoy seguro de eso, ¿me cebás un mate?-insiste José
-Sí. Mirá, si has llegado, tarde, estas en el lugar, pero todavía hay gente, llegaste, pero la reunión está empezada, entonces llegaste tarde, tomá mate-
-Gracias, está fria la cosa- se queja José, mira para arriba, agarra un ramillete de espigas de un arbolito bajito, y se lo pone en la frente a Leonor, entre el medio de sus cortos cabellos renegridos.
-Es fácil- insiste él- no se trata de llegar ni de quedarse, se trata de saber que cuando uno salió de su lugar de partida, la velada ya había empezado.
-No entendés, es el primero, siempre es así, el que llega último a la isla, llega tarde- dijo suspirando Leonor.
Una de las cosa mágicas de la isla, no es quedarse allí por siempre, ni subsistir entre los horizontes, ni asediarse con cuestionamientos críticos de lo que nos pasa por los ojos, es simplemente saber que uno la mira permanentemente y que es imposible alejar la vista de ella. Que cualquier asombro que parezca contradicción no es mas que paradoja en la isla, y que cualquier revelación que parezca profecía no es mas que sentido común.
Leonor había venido hace un tiempo con nosotros traida por Enrique, o por Jorge, o por Lucila, no me acuerdo, a quien le importa. Le insistieron un par de veces que su vida estaba destinada a la Isla, y que no había manera de escapar de la red de asombros que allí había.
Evidentemente no me daba lo mismo verla que no verla. No es que sea facil darse cuenta. Pero la isla tenía ese sindrome de la apariencia remota donde cualquier barrilete acuático, o cualquier ensoñación alertadora era capaz de hacerme creer que ella ya no me miraba. Evidentemente lo que la había hecho unirse a nosotros en este terreno lleno de cosas, no era ni yo ni mis asombros, ni mis fugas, ni mi intención de creerme suficiente cosa como para quererla y adivinarle los pasos antes de que el amanecer le cubra los ojos con un manto de lejanías. No me da lo mismo verla que no, de otro modo no podría asegurar que la isla navega a mi alredor.
-Y quedaba gente cuando llegaste, ves ahí el agua se entibió un poco, y ya no hay tantos yuyos- se justificó Leonor.
-Está fria y hay cosas acá adentro, y el viento levanta polvareda, ¿si vamos adentro?
-Dále- gritó entusiasmada.
-Quedaba gente, poca, el resto se había ido recién intimado por el frío y el sueño, quedaba un poco de gente aún y bastante cacho de fiesta.-admitió Jose, mientras caminaba y se iba sentando cerquita de la cocinita pequeña en la sala.
-¿Y? ¿Fué al final? Preguntó con voz de sombra y un mate tibio entre las manos, como calentándose las palmas y los cantos.
-Fué.Como casi siempre. No se dejaba ver, no se dejaba encontrar, pero fué. Me dijo que estaba muy bien ahí, que había conocido gente macanuda en la isla. Que alguna que otra cara le resultaba conocida, y se le iluminaba la cara cuando pensaba en la gente de la isla.
-Apareció!, ¿quien lo hubiera dicho?..a vos solo te pasa ehh.
-¿Ya estará el agua?
-No no hierve, además vos sabes que mirar el agua no es mirar a la isla, ni mirar los arboles ni mirar el rio. Mirar el agua es distinto.
La miré en la fiesta, islita de horas y ocres, arboledas de ramas y ramblas, amores de errores y flores. No me miró. Por una vez creí que era lo último que iba a hacer. Pero no. No mirarla es casi imposible, vivir en ella, utópico. Ella naufraga cuando naufraga el que la habita, se hace invisble al que la navegue con los ojos. Me puso alegre saber que nunca podría habitarla, que Leonor me insistiera tanto con que la lejanía no era de la isla sino propia, me hizo pensar que José nunca vería su vena histriónica en tantas palabras. Su azulejo del baño en la cocina, su perfume de orquideas en las manos. Su casita del tigre derrumbada. Su islita perdida en pesadillas.
Quizas diga Leonor que sea imposible imaginarse aquella isla cuando nadie la ha visto y cuando el que la habita no mira ni cuenta. Seguramente alguno de los muchos que contaremos la historia de la isla nunca sepamos que nadie pueda habitarla. Quizas escribirla sea la forma que algunos de nosotros tenemos de contar esta historia que nadie nos cuenta, y al escribirla, habitar la isla invisible que alguna vez me animé a mirar. Leonor nunca sabrá que su sol no es su sol, y su mate se le enfria, y su agua no es su agua, y su isla no es su isla. La isla es de quien la escribe. La isla es de las letras. La literatura no dice que estamos adentro de la literatura. La isla no es de la literatura. Quizas diga Leonor que nunca ha visto la isla y le digan que la fiesta ha terminado antes de empezar. Repleta. La Isla es Nuestra. Quizas no sea dificil imaginarse un isla, mirarla que nos mire que nos habite y habitarla y no dejarla huir por los rios que la trajeron.En una de esas ya la hemos visto tanto, que no basta la mirada para mirarla de veras, quizas haya que agarrarla para verla. Quizas haya que olvidarla para terminar indefectiblemente en la isla ajena, la de nosotros.La isla suya.
Definitivamente no me da lo mismo mirarla y saber que allí está que no hacerlo. Pese a que su habitante de siempre, su morador inconcluso, la habite sin mirarla. La habite sin saberla.
Eán Z. Krafgnear 196?
1 comentario:
Gracias sole por leer y estar allí, no sabía que se pudiera opinar sobre la fecha los textos de Ean, pero creo queesta mas cerca de principios de decada..de todos modos no lo sé.
Esta bueno cuando te lee el que sueña los textos...
Hay más de la isla...pronto en arrabal.
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