domingo, marzo 20, 2005

Beatriz, la isla (Fragmento Luciano Galizia 2003)


“ Y él que antes había sido como un hermano mayor
después fue como un tio soltero para ellas ,
o como un padrino de un lejano bautismo ya olvidado”

Marco Denevi




Una ternura que se abre sin desprecio a los ojos. Enumeración de cosas. Una patria lejana, un vínculo, una estrofa muerta, una invención , un intento por sufrir menos el hambre, un pueblo cansado, una reiteración de la confianza, una puerta abierta, una mirada vieja, un amor torcido, un noseque lejano, un discurso político en la radio, un himno, una espera, despues un café en cualquier lado y de vuelta la ternura sin ojos ni futuro. No tengo ni un abrazo para vos, ni un abrazo para ellos, ni un abrazo para nadie, no tengo nada. Sólo una culpa grande metida entre la botamanga de la sorpresa y el cordón de la astucia (las astucia del exilio, quizas). Una culpa hecha de mimbre y viento, hecha de vidrios viejos, hecha de adobe, hecha de chapa, una culpa sóla desnudita ella y al servicio de no se cuantos rufianes que la violan seguido, con palabrotas de desgano e improperios de perdones. No tengo nada mas que dos ilusiones hechas trizas contra la culpa, y sólo me queda una vieja ternura que no llego a mirar bien. De mirarla, se habrá muerto de frío; de tocarla se habra muerto de pena.
Otra patria lejana, un frio en las calles desconocidas, una tierra de lengua ajena, una lengua de boca ajena, una boca de etnia ajena, una etnia de vida ajena, enumeración, un después de razón ajena, una mano que agarra el papel, y que mira a las tres de la mañana por la callecita angosta, un letrero en declive, un par de olvidos en esas palabras, una voz que me dice que no me vaya, un abrazo, ni una sombra.

Y si hubiera creído que de saber la verdad de lo que tarde o temprano vendria, esta muerte, esta cosa llamada vida aqui, esta sonrisa de estomagos desiertos, esta manifestacion de desaciertos hartos de nada, esta. Si hubiera creido que de saberlo, no recordaria los ojos de la tierra como una ventana vieja y clausurada en una habiataciòn de hotel, no creo que fuera otra vez la desición de volver a mirarme algunos años atras en mi pieza del sur, rezongando contra el olvido que yo mimo me daba.


“Ahora, que en los proximos días regresa a su patria...”

La voz de la periodista en la radio, sonaba tibia, temerosa de preguntar tal cosa de tal manera, de indagar por las galerias de un pasado acurrucado en cobijas atolondradas de mugre ajena, de vidrios rotos como recuerdos en orfanato de amores desabridos, sosos. Ni bien me levanté de la cama apagué la radio, no lo soportaba. Me quede pensando en la respuesta del entrevistado, cuya voz nunca escuché hasta entonces. Puse mi propia respuesta en su boca con la radio apagada. Seguìa con miedo porque Beatriz había viajado lejos, y todavía no había llamado, y ya debería haber llegado a su destino. En la isla estaría haciendo bastante frío- pensé. No llegué a asustarme. Volví a prender la radio. Ya no hablaban. Una canción ahora retrinaba y saturaba el parlantito de la Spika que mi viejo me regaló. Una radiecita que ya tendrìa sus años de transmisión, sun goles cantados, sus memorias hechas cancion, y aún seguia sonando bien, algo gastados los agudos, pero bien. La canción recien empezaba. Debe hacer frio en la isla, ahora que anochecerìa allá. Acá todavía es de día, y hay algo de sol, pero no sé, en la isla Beatriz debe andar anudando recuerdos como cortinas y arroparse en frazadas, y prendiendo el hogar y matandose a mates hirviendo para sosegar el frio inerme que se aventa cuando el viento aflora desde el sur de la Isla.

Un niño ama a su madre con los ojos, no le habla la adora con las manos que no usa, le revienta los oidos con palabras que no se entienden y con cariños sordos. Una pena ama a su penar con las palabras viejas que se repiten, se repiten y se repiten, cortinas que cierran ventanas, ventanas que cierran vidrios, esparadrapos de algo pesado en las narices. Una vela, no hay leña, la tarde cayò rapido y la lancha tardo en llegar a la isla. Beatriz agarra su saco impermeable oscuro de su bolso de mano, lo pone sobre sus hombros, prende un cigarro al reparo de la lluvia, fuma dos pitadas, lo escupe, se vuelve a sentar, se amordaza de palabras con los fulgores del viento que no soplan, prende otro, no lo fuma, se para y lo tira, mira el oleaje con los ojos azules, el oleaje de el rio sobre la costa, de la lancha que se ido. No recuerda cuando bajó pero ya está parada sobre el muelle con su saco puesto, una capucha improvidasa con bolsas, el cabello húmedo, las botas de cuero negro mojadas, el pelo molesto en la cara y la valija de mano en la mano, y el cigarro de su boca en su boca, y los ojos de sus ojos en la isla. Ya no llovía, pero ella ni cuenta se dio porque su piel estaba cubierta de ropajes y lejos, muy lejos, porque sus ojos estaban enceguecuidos por la brisa nubosa de la isla, y porque sus oídos estaban buscando una cancion para cantarle al silencio de ese lugar.


Años antes cuando su padre vivia, ella estaría haciéndole alguna comida cuando llegaba y él estaría tirado en su silla allía fuera, espernádola un rato a la noche, la última lancha con los anteojos puestos, sabiendo que venia por ese silencio de motor que ataca a veces los oidos. Su padre estaría esperando muchos años antes quizá haciendo un asado, mientras su madre le sevia un Merlot en su copita de Jerez, o su Borgoña en su vaso de vidrio.
No puede dejar de pensar que Beatriz no lo llama, perno lo llama alguien lo distrae por un rato. Se hunde en una lectura mordida por la sensación de alejarse otro y otra vez de aquel relato que viene reconstruyendo hace rato. No pierde el tiempo, ni se imagina como puede perder el tiempo, releyendo ese otro ensayo que tiene al borde de su cama. - Será porque no es fácil- piensa- apartarse de la isla. La Isla ha tenido siempre un misterio, un pathos irreconciliable para cualquiera que la visite, la casa, el parque las maderas rebotando en el muellecito. No sé, me parece que desaparece, que Bea se vuelve sombra sóla y rauda en esa isla, sabés, me da la sensación de que ya no vuelve, de que si puedo perderla en el siglo doce conquistada por su feudo, discriminada por su familia, releída por sus encantos, me parece que la pierdo, que la isla se la chupa, se la traga. Y no me vengas con las metáforas y las cosas que se dicen y las que no se dicen, y que volver es para los que nunca se han ido. Me parece que Beatriz estavez se queda allí. Ya la veo, acurrucada contra el muelle imaginandosé a su viejo, allí, muerto, vivo, cocinando algo, sentado en su silla esperando que la lancha se detenga para ir a abrazarla.El Borgoña nunca llegó, Don carlos se queja un poco, porque dice que un asado sin vino no es un asado, y por alguna otra cosa más. Que los aires de la isla y el viento no dejan escuchar.

1 comentario:

Luc Arrabal dijo...

si si que eres caprichosa
creo que no tengo tanta isla como suponia..
o se me perdio en compus o en discos o en garabatos
por ahora no tengop pensado seguirlo porque ando con optras literaturas en la cabeza y se me mezclan personajes pero...
quien sabe. (habra que preguntarle a quien)

siempre una algeria saber que has puesto tus ojos en mis letras.
petons