sábado, marzo 31, 2012

Casa pintada



La piedra tuvo un reflejo. Todavía el alba le acariciaba las aristas y había pasado una noche desnuda ante las brisas. Bestias y otras bestias olfateaban el olor a hombre desde la lejanía. La humedad de la cueva, la cercanía del río, la desértica estepa eran refugios que la piedra ocre y mineral vida dejaban prendida a la tierra, agarrada al paisaje. No era solo un techo la piedra, era la consecuencia de la unión de la manada de bestias que de vez en cuando en ella moraban. De especies diversas e instintos primitivos, hubo bestias de todos los colores y sonidos que pasaron por esas sombras. Líquidos diversos las bañaron, en rituales ancestrales de marcar un territorio con orin, o de rascarse el lomo con sudores. Todos ellos, salidos de mil cuerpos fueron por años invisibles testimonios de que la piedra no era solo un resguardo.
Tuvieron que pasar miles de bestias de pelos enormes. Aquellas bestias trajeron del río orines de colores, rompieron mil arcillas de barros ajenos, tuvieron la virtud de hacer de la piedra una casa, eran hombres de pocas palabras esos hombres, eran bestias de pocas letras esas bestias, pintaban como los dioses a sus hombres sus casas, dejaron testimonio de tinte en la piedra. No imitaban su sangre ni retrataron su caza. Impregnaron su cuerpo, y marcaron su historia, hubo un cuerpo con manos, habían inventado todo. Habían dicho, aqui estuvimos, esta es nuestra casa, estos somos nosotros, bestias.

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