miércoles, agosto 04, 2010

La sospecha 3

Ficción de un dia y medio. Una rebanada de carne que roza el plato y cruje. Un cuchillo tramontina que acelera el corte mientras sangra el jugo y se despliega rojo por plato blanco; la radio diciendole cosas al espejo, rebotando opiniones y locuciones de jabones en polvo y desodorantes. Levanta la vista con cara de no queres escuchar nada y Lucila, sobria y con la seguridad de que será la última vez que diga esa frase en ese tono, se arremanga la blusita azul y se rasca un parpado que le tapa su hermoso ojo oscuro e hinchado por la alergia. Apagá la radio o me voy. Mantuvo la calma en cada palabra salvo en aquel sonido indefinico, que es una palabra a veces y a veces no lo es. A veces ni si quiera es una letra la o que reclama y pide silencio o que pide un grito mas o que no pide nada. La o de Lucila sentada a la mesa del pequeño departamentos de novios de la calle Azcuénaga, en el que Claudio viviría sólo y sería su bulín de soltero por unos lustros, fue acentuada y masticada ya no como una letra, nunca volvería a besar ese cuerpo. Estaba harta. La o era una sospecha.
Ni bien terminó de devorar el bife Claudio la fue a buscar a la pieza. No sospechaba nada. Algunas letras, palabras u orgasmos son sospecha para quien lo emite y no para quien la escucha. La o de sospecha, necesito ser escuchada para que la sospecha deje de serlo y se confirme. La o de confirmación se parece mas a una puteada, a un llanto o a un grito desesperado que no se da nunca. Pero aún queda en en la memoria de Claudio, la o resonante que le tapaba la boca a la radio que no decía nada tan importante ni sospechoso como lo que decía Lucila. Realidad de cuarto de hora.

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