lunes, agosto 02, 2010

Guardando libros en paquetes de yerba

Aquella tarde llegó para quedarse. Como los amigos, que se pueden ir pero nos dejan marcas irremediables. Como los libros, que los podemos prestar a los amigos que nos dejan marcas y se van, y pueden irse con ellos, pero nos dejan manchas de tinta en algun lugar de la piel. Como los mates con Silvia, llegan, se van, se ceban, se enfrían, y Roberto los recalienta en su Primus de la pensión de la calle Alsina. Es enero y Buenos Aires hierve. Dos veces hierve el agua en la caldera, como le decía Roberto que se acordaba de sus años montevideanos. Como esas tardes caminando por dieciocho de julio con su viejo, el botija Robertito anadaba con su matera. Acompañaba a su tata de calle en calle por las librerías de Ciudad Vieja. Su papá llevaba los libros y el, los mates. Esas tardes llegaron para quedarse. Lindos momentos, piensa. Lo piensa ahora que su papa se quedó allá y el conoció a Silvia que no es amiga, ni un libro ni un mate, pero llego para quedarse esa tarde. Y se quedó siempre.

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