miércoles, agosto 25, 2010

Fuentes y sumideros

Sobre una fuente, perdida en una plaza, aislada en un parque, disuelta en un barrio, embutida en una ciudad, dispuesta en un territorio, delimitado entre otros, por otros accidentes, se sentaba un nene, que metía su cabeza hasta verse reflejado en el agua de la fuente, esperando el accidente que lo separa de este mundo, al fin caerse a la fuente, alejarse de la plaza, desertar del parque, resignarse al barrio, sacudirse en la ciudad y darse cuenta de que no hay territorio que no esté limitado por otro. El agua de la fuente no es, como podría creerse un espejo donde el niño se mira con los ojos risueños. Es el límite que lo separa de su mundo. Lo prohibido es entonces desconocer que mas allá de un límite, tarde o temprano, aparecerá otro. Vale la pena chapotear un rato porque si un río es un accidente, quiero ser el límite que se rompe a si mismo y se vuelve territorio, para después hacerse añicos la cabeza para despues volver a las margenes de su mar, hacerse lágrimas en el regazo de su madre y llorar el límite añorado.

2 comentarios:

Joti dijo...

Increíble. Me lo imagino a cada segundo.

Luc Arrabal dijo...

J,
gracias por,
1)la incredibilidad o la incredulidad
2)la imaginación
3) la lectura
4) la escritura.