Algunas de esas ilusiones que de poco iban contagiando al jóven filósofo en el estudio de sus disciplinas, y lo irían inmuscuyendo en las materias mas entretenidas que el podría haber encontrado para comprender su espíritu y el de el resto de sus congéneres, se fueron casi imperceptíblemente convirtiendo en los pequeños argumentos y pequeñas conquistas que harían de ese joven, un joven conquistado por un lenguaje que no era el suyo, hijo de un dialecto que tiempo atrás le resultaría artificioso, en otras personas, ahora se habían apoderado de él, y lo habían transformado en esclavo de su propia forma de decir las cosas. Algunas de esas ilusiones por conquistar la palabra, se habrían transformado en poco tiempo, en lña conquista misma, o quizás en el ser conquistado.
Ahora se me viene a la cabeza una cita de Burguess, que expresa algo así como que, a fin de cuenta son nuestras ilusiones las que nos defraudan. Sinceramente, siempre le creí, ciega u obstusamente a dicha afirmación. Mas bien como verdad biblica, como planteo irrenunciable. Muy de a poco, empiezo a dudar de ella, lo miro a él.LO escucho hablar. Me dudo, y me duele. Y me doy cuenta. TAmpoco estoy excento de esa esclavitud, y mucho menos de la ilusión. Porque aunque tanto la palabra como la ilusión me continúen defraudando, habrá ilusión alguna de conquista, a veces falsa, pero no por eso inútil.
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