domingo, junio 12, 2005

VII

"un café que ya está frío
y hace varios ceniceros..."
Aquel domingo, ya en el pasado de las memorias que cualquier mortal recuerde, había ocurrido una tragedia insignificante en la vida de cualquier hombre. Insignificante se refiere en este caso a una forma de decir que visto desde la lupa del tiempo, el problema no tiene arreglo, y que, la tragedia entonces es una distancia abismal entre la confusión de no poder solucionar el problema y la estúpida idea de pensar que eso no ocurrió nunca. Tragedia porque es un mal que no se subsana de fácil manera, porque no es algo que se pueda explicar sencillamente por que causa esa sensación de malestar o de tristeza. Si bien es cierto, yo puedo enunciar la frase "un ser querido ha muerto", de ninguna manera estoy explicando el desasosiego y la tristeza y por ende la piedra angular de la tragedia. Ya no la tragedia como drama teatral, ni como ficción actuada por aquellos hipocritás griegos. Sino la tragedia como drama real, que de manera inexplicable termina hilandosé de manera casi fantástica en una trama de teatro.
No hay domingo invisible, piensa Ernesto. Dále, le dice Eleonora del otro lado de la linea, casi entrecortada, vás a venir?, pregunta. Apurate a decidirte que se corta la comunicación. Ernesto piensa dos segundos, quizás tres, pero no más, mira al cielo esperando una lluvia que lo salve, que lo moje. Prístino cielo con rasca cielos de fondo. Una nube tal vez dos, pero no más. Bueno, contesta, hacíendose el que está seguro de lo que dice, de lo que que quiere, de lo que va a hacer, lo dice tratando de dejar en claro que va a hacer lo que ella quiere que haga, y que justamente eso es lo que él quiere hacer. Todo eso con una palabra de cinco letras y no más.Dále, confirma. Aprieta el botoncito rojo de su teléfono, cruza una calle, se pierde en una esquina.
Eleonora estaba sentada con Adela, una gran amiga suya que conocío en la infancia. y que cada cinco años, cuatro , no más se juntan para ver que es de su vida, para contarse sus historias, para hablar de sus casamientos, de sus novios, de sus separaciones, de sus arreglos, de sus trabajos, de sus viajes, de su vida en otras tierras, de sus padres, de los amigos que ya no ven, en fin dice Eleo, de esas cosas.
Eleonora toma un te de hierbas con sobrecito bordó. Bordeaux, piensa adela con su cara pálida y su pelo casi rubio que uno dudaría, castaño digamos. Escucha como habla Eleo y la mira y se da cuenta que la última vez que se vieron no hablaba tanto, que la que hablaba más era ella.

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