domingo, junio 05, 2005

Coincidencia

Ella se dejaba caer por las escaleras, se deslizaba con su cara exquisita, peldaño a peldaño. Uno tras otro, cayendo. Temía por ella, temía mientras la soñaba desnuda. Imaginó un mar repleto de gente bañandose, imaginó una playa enorme con gente tirada al sol, con gente tirada a la luna. Sabía que tarde o temprano la vería a ella caminando por las calles de su barrio. La vería salir de su casita de la esquina con su jean y su camisa, con su carpeta en la mano, con una mochilita pequeña tras la espalda. La vería doblando su esquina, una y otra vez como todo lunes por la mañana.
Nunca se preguntó por su nombre, sólo veía una muchacha caminar por esas calles de vez en cuando y sabía que se trataba de ella, lo intuía. Podía olerla, no hacía falta que le contaran que la muchacha de mirada triste caminaba por su barrio.
No hacía falta que le dijeran nada, ni que le mintieran sobre su paradero. Nunca le habló, nunca le dijo ni hola. Él la miraba desde su ventana ni bien se levantaba de su cama, en su carto que daba a una ventana. Nunca se puso a pensar que sería de ella mañana, siempre supuso que pasaría una vez más por aquella ventana con su carpeta y su pelo húmedo.
Se levantó una mañana como todas (casi), pensando en lo que haría durante esa mañana en el trabajo, por la tarde saldría a caminar una vez más por aquel parque que siempre lo abrigaba, miró por la ventana y no la vió pasar. Esperó un rato y nadie aparecía por esa ventana. Se fué a duchar y se quedó pensando que ese día no era como lo otros.
Imagen: aquellos tres o cuatro años que habían pasado juntos en una sola foto. Abrir la canilla y lavarse la cara mientras se escucha su voz. Su viejo tocando el piano en la sala de la casa de sus viejos un domingo a la tarde. Su vieja cocinando algo para la noche.
Nadie le mintió sobre ella, simplemente ella no vendría. La realidad de tenerla a él lo asusta, pero no puede dejar de verla. No puede dejar de nadar en ese mar vacío, en ese mar seco. No puede dejar de creer que él ya no tiene nada. Tiene la casa que los padres le dejaron, tiene la ventana por donde mira a la mañana.
Tiene un mate que está frio, un perro que no ladra, una soledad que espera. Tiene la imagen de miles de horas de no saber para donde correr y de no correr. Tiene la imagen de muchos años triste. Un reloj le dice que van a ser las dos de la tarde. Que es otro domingo, que se ha quedado sólo en su casa. Y mira para atras y no ve nada, y mira para adelante y no ve nada.

Se desliza por las escaleras una mañana de invierno, baja rápido, se le hace tarde. Se da cuenta que no puede encontrarse con su vida, se da cuenta que no maneja la vida que tiene. Nada nuevo, a todos les pasa. No la ve caminar por su calle. Parece no importarle. Parece no querer saber que tiene de nuevo su día.

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