"¿Tengo que romperle los oídos para que escuchen por los ojos?"
F. Nieztche
No tengo perdón. No hace falta gritar para que me escuchen los que no pueden. No hace falta regalarme nada para que saber que estoy acá, callado. No hace falta perdón para no gritar lo que regalo. No es el regalo de la vida lo que necesita ser gritado, ni gritarle a la vida para que escuche mas, ni envolverme el cuerpo con cinta de embajaje para que al final de la encomienda encuentres un grito por respuesta a todo destino. Es imperdonable haber roto un oído antes que el embalaje, porque no se trata del contenido sino de las formas, y las formas son los bordes de las cosas. Si grito al borde de las cosas me caigo o me escucho yo solo, porque no tengo perdón, acá en el borde estamos todos locos, claro. Al borde de las cosas no se le grita porque se rompe. Se regala el paquete sin romper el envoltorio. Se abre cuando volvés. Y no hace falta gritarlo, Federico!: Se hace tarde y sale tren hacia la frontera. - ¿Venís? No, ya esta acá mi vida.