De este silencio me gusta la
libertad que no se toca.
Me
gusta recordar que no hubo nunca un yo que sirva para esta hora,
Pero
que siempre habrá un instante para que se pueda hacer eterno lo que aún no
llega.
De este silencio me gusta el camino
que no veo. Las rutas que no adivino, la certidumbre ociosa de un día que no
recordaré nunca. Pero que siempre, a fin de cuentas, volveré a vivir siendo yo
otro y siendo vos, otra.
De este silencio me gusta el olfato
de lo indestructible, la esperanza que se riega con las migas del pan que no
comimos. Pero que a fin del día, habrán sido los restos de la mañana que
viviremos, entre tostadas y copas de vino, que si no se fueron, es porque no
embriagan, sino que endulzan.
De este silencio me gusta la confianza,
no esperar a nada, no ser nadie, no ser todo. De este silencio me gustan los
gritos, que puedo hacer callar con auriculares de mi mismo en tus oídos.
Intentando volver a escucharte en cualquier tono, al menos dos palabras, como
poco, y al menos un suspiro, como mucho.
De este silencio me gusta la música
que aún no te escribí, la que irradia sonoridades con revoques de vida. Porque
la música que yo quiero no es la que suena en la casa, sino la que construye
paredes, abre ventanas y te mira a los ojos, cualquier mañana.
De este silencio me gusta sacar en
limpio que escribo como si te acariciara, y aguardo que esta casa, sea, una
mañana, el suspiro que hoy, me callo.