Una mano blanca,
de tan blanca ausente,
se hunde en el barro.
Le rebosa de ocre,
la tierra sin vida
que cae y cae
por el propio peso
muerto hacia abajo
y son gotas de lluvia
y son gotas de tierra,
espeza la niebla
resbala por el dedo
cuando se alza manchada
la palma hueca, y convada
que se levanta hacia el cielo.
Una mano negra
de tal negra muerte,
se hunde en tu pecho.
Le rebosa de sangre
la carne sin vida
que se hunde y hunde
por el propio impulso
vivo hacia adentro
y son gotas de sombra,
y son gotas de frío
Viscosa la carne,
resbala por el cuello
la panza hueca y convexa
se redobla hacia el suelo.
Una mano roja
de tanta paciencia
cierra el hocico de un puño,
rebate las astillas de una tabla.
se queja en un gesto de martillo
cansada de colores en sus uñas.
Harta de rascarse los humores
Quebrada de caer siempre
bajo el mismo suelo
la misma tierra
el mismo,
cuerpo.
de la misma manera.
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