“Cuando la mar se torna apaciguada, calmada..”
Henry Martinez por la voz de Cecilia Todd
No me importa la distancia oculta entre un paredón y el otro. Las olas se mecen. Las miro. Un bébe llora del otro lado del puente. Una madre le tuerce el solero y se lo ponen de sombrero. Se calma. Tiene los ojos pálidos. Nunca conoció el mar, nunca tuvo premio. Nunca supo de eso de la brisa en el rostro. Nunca la lluvia le mordió los párpados, ni el yugo del trabajo forzado le quemo las manos.(Nunca, ¿era necesario este paréntesis?)
Miro el paredón, creo que estoy pensando en saltar. Pero no sé. No estoy seguro. No me resulta sencillo saber que pienso. Resulta que hace rato que pienso en María. ¿Como le habra ido? ¿Habrá llegado? Seguramente no. Ni un telegrama, ni un llamado, ni un beep, ni un mensaje de texto, ni una noticia.
El rio esta manso. Está tranquilo. Soy yo el que me impaciento. Sé muy bien porqué, pero desde ya que no quiero pensar en eso. Un llanto lejano me saca de mis pensamientos. Me veo padre, madre, tío, hijo, hermano mío.
Se zambulle el crío sin cesár entre las olas mustias y lechosas que rompen continuamente contra su negra piel. Juguetea en el rio manso, y revolotea danzas de sus antecesores recreando la magia de su propio juego. De lo lúdico al impacto, del impacto al descubrimiento, de eso a otra ola, el desengaño.De la noche a la luz. por que es tar rápido el pasaje entre el asombro de la completudo de lo nuevo y lo nuevo que se hace propio, y se vacía como un balde cilindrico que se arroja a la mar. Pi por radio cuadrado en un abrir y cerrar de puños pequeños. El disco solar entre los parpados amedrentan resolanas vagas y deshacen las figuras que de repente van llegando a la costa. Se acomoda una pareja para ver el cristo roto que camina por el agua. Por la zanja un perjerrey cria aletea como si fuera un mar. (y lo es)
En un abrir y cerrar de recuerdos cierro la valija que dice, Mar del plata 1970.
Aparezco en la casa de mi tia Marta, la tetona como le decía mi otro primo. De repente me convidan un mate y se arma una ronda familiar en la que se discuten cosas. Los temas del momento....la muerte de Kennedy, el hombre en la luna, la guerra fría, el boom de la literatura latinoamericana, que la nena de hector incuba una fiebre rara, molesta, que las cataplasmas no sirven, esas cosas, bah. Pasa que cuando miro para atrás (¿a mi me pasa y a vos?) se me juntan todos los palitos en perspectiva, todos los hechos en un punto neural de la historia, y me imagino en una charla de mate las charlas de una década de mi vida, y ni si quiera logro ver los cambios, yo con bigote, yo con barba, marta con rulos, Alberto sin pelo, Agustin ya sin pañales y correteando, mis primos que se fueron al sur, los amigos circunstanciales de las mateadas. Todos se hacen una singularidad en esa cosa que parezco recordar, y no me queda otra que bancarmela, que hacer de cuenta que oredeno mi cabeza por lo que aparece mas cerca y no me la voy a dar de Funes ahora que anochece, de Ongania a Peron, de Kennedy al gran paso. De Monroe a Monroe y cabildo, una pizza en Burgios. De la polemica ciudadna a la filosofia de matear y el ocio de un domingo que... Pero el tema no importa. Politicas ,espectáculos, remedios caseros, letras de tango. El tema no importa. A veces la teoría de la evolucion es mejor comprendida en una mateada que en una conferencia.
El tio hector, biólogo frustrado, según dicen, le arrastraba el ala a un vecino de su departamente en villa urquiza. Nunca se supo nada de esa historia como nunca se supo nada de sus profesiones y trabajos.
El libro que me prestó hector todavía lo guardo. En sí, se lo robé. Pero como dicen, hay dos tipos de tarados: los que prestan los libros y los que los devuelven. Yo no soy ninguno de los dos, no presto, ni pido, tampoco compro, en verdad no leo. A veces pareciera que sí, que he leido mucho. Mi tia marta decía que yo era un leido (con acento en la e, claro), Hector sabe bien que no leí nada en mi vida. Ni el diario. Pero en este mundo en que las apariencias son lo que importan, aparento ser eso que soy.
De a poco lo dominan las olas nefastas y el vienbto hace olas mas grandes. Que rebotan y rebotan como recuerdos en el mar de la vida. Que rebotan y rebotan, y después despiertan como un ensueño mágico desde ma mágia de la ría. Remembranza marina estanca, hija del asombro, heredero de la tierra que vive de espaldas a las aguas que de a poco le comen la tierra. Invisible el viento que los derrota a los hombres y las mujeres que crecen y se reproducen esn ese rio, a veces revuelto, a veces manso, que se bañana en sus aguas rojas de la sangre que ha vivido aquel pueblo tras años y años de ocultar el rio. Invisible el viento le estampa una caricia sensual al niño y una ola le expande un chorro de agua sospechosa en el medio de la cara, mientas la misma brisa desabrocha un bretel incógnito de su parda madre yexpone un tierno y maternal (por eso mismo enorme) pecro al mar. Algo de su leche cae al río, explota su pezón joven, y el calostro iridiscente a los ojos del febo, se inclina cono fuente magna de la naturaleza, y cae el chorro. Blancuzco desde la sombra, tibio desde el asombro, mojado desde la superficie, imaginario desde la ficción, parabólico desde la física, eterno desde la literatura.
Sin casi yo quererlo, bajo la vista, la valija que dice, “en lo de la tía marta, 1969”, se me cierra de repente.
Giro el rostro para volver a imaginarme a mi madre en esas reuniones pero no puedo. El solero tireado en al agua, flotando en lña libertad justa, se haceeco de un mar que se lo lleva, libre incontenible, Como niño de dos años qe arrasa con todo, con todo lo materno, con todo lo paterno, con todo el lenguaje materno, y con todo lo maternal del lenguaje.
-E´ la naturaleza- dirá María cuando Ernesto (el pibe) se lo cuente en ese barcito chiquitito y hermoso que los acodara hasta sus últimos días como pareja en la Sierra de la ventana.
Es obvio que no estoy contando nada nuevo. Ernesto (el pibe) y María (la novia histórica del pibe) en algún momento de su vida, dejaron de tener un momento para su vida, y se dejaron de ver.
A veces las suegras no entienden eso. Claro, es que ellas (las suegras) cuando se encariñan con las nueras, arman su vida entorno de ellas, y hasta a veces se olvidan de los hijos.
Para colmo la madre de María... mejor ni hablar, todavía no entiendo como salió tan derecha la pendeja, piensa Ernesto (el pibe, pero ya viejo) mientras se cerciora de que el paredón es mas chico de lo que parece y sabe que puede caminar hacia él sin mojarse, dar la vuelta por el puentecito y pasar al otro lado. Donde probablemente lo espere alguna libertad de las que busca.
Notas finales:
madre de María: Tiene prontuario. Termino en el moyano, porque en el penal en el que estaba no se la bancaba.
Ernesto: Nunca se escapo de su carcel. Nunca ropió las valijas que llevó ghasta su muerta quizas en la isla.
María: Pudo cruzar a nado, la lancha se jodió a mitad de camino y cruzó a puro crol por el río. Se olvido de Ernesto al llegar a la otra orilla. Perdió el celular en el agua y solo allí tenía su número. Creo que decidió olvidarse. Va al moyano a veces a ver a su madre. Pero tien que decirle que es su nuera, no su hija porque ella no tiene hijas, solo un hijo (que murió en la guerra, era jugador y se suicidó, y su nuera que es bailarina (es Stripper y prostituta).
Tia marta: Vivia sola en Urquiza al lado del depto de Hector, que no vive sólo sino con Ignacio, un escritor poco conocido pero muy prolífico. No entiende mucho la relación pero para probar intento conocer las veleidades de la homosexualidad y probó un poco. Dice que le gusto. Pero la oculta, se la ve cruzar plaza francia a los ponchazoz para ir a ver una estatua viviente enorme que hay ahí, que hace de venus del Hermes de paraxiteles (vieron que algo leí?).
Tío Hector: terminó siendo un escritor mas o menos reconocido y consultado sobre temas científicos. “Fue de todo, Menos hombre” diría el padre de María, que es medio Momofóbico. (palabra que esta de moda, claro).Del padre de maría hablaré luego. Cuando termine de beber este chorro de leche, y el viento me devore los parpados, y sin darme cuenta abra una valija de recuerdos que como siempre, no me pertenece.
Luciano Galizia, Villa Gesell-Buenos Aires 2005