domingo, agosto 05, 2012

Mi vida

Me muerde un rato, no me deja que la agarre, con los dedos que tengo y me toma por sorpresa, y me bebe de golpe.
Como si yo fuera ese niño que viene con los años. Devora un niño añejo y me toma por sorpresa y soy presa de ese vaso.
Y me toma y me apoya en su mesa, y se ríe luego, con aliento a mi mismo; entre vapores de mí y alcohol.
Y me vuelca,como derrama vino la vida sobre la mesa,
cuando el codo torpe tropieza.

Porque con sus manos la vida muerde de un labio y de otro, del vidrio del vaso del vino que soy cuando ella me toma.

Yo seré así hasta que al fondo, en cualquier final que deje la ilusión para mañana,
seque mi sangre y se sacie el vida de la sed,
o se duerma, o se emborrache,
o se limpie las gotas que quedan de mi,
entre sus labios,
y me bese un poco,
ya seco yo,
mi vida.

miércoles, agosto 01, 2012

Hábitat

Los que pasaron alguna vez por detrás del silencio, saben como hablarle. Está claro que no usan palabras para ellos, sólo se atreven a hacerle uno o dos gestos, una o dos muecas y esperan. A veces mucho, a veces menos. Se sientan y esperan. A veces años a veces segundos. Si se cansan de esperar, ellos no se paran, una vez que se sentaron nunca se paran. Se quedan sentados, se atan los cordones de los zapatos, ellos. O se peinan el pelo largo ellas. Se arreglan la camisa ellos. Se pintan los labios, ellas. Lo que parecía un lugar inhóspito, un banco solitario de una plaza desconocida, se transforma con la espera, en una habitación enorme, en una casa. Se acostumbran a guiñar un ojo ellos, y a cruzarse de piernas ellas. Hasta que la espera se termina, porque el silencio se rompe  cuando recuperan las palabras. Intercambian una mirada, ella con las piernas cruzadas y la boca roja y el pelo peinado. Él con los cordones atados y la camisa prolija. Todo comienza al olvidarse que llegaron allí para hablar con el silencio.Hábito que tendrán que aprender, cuando esa plaza sea un mar de palabras ajenas.