-Si- lo dijo suspirando. Las cosas que te llevaste están en lo de los tíos. Llamalos si querés asi pasás.
Temblaba. El teléfono temblaba y ella temblaba. Su voz se quebró sin sentido y bajó por las ecaleras de su garganta.
La vieja casa de la calle Inclan, quedó vacía. Nadie se lo había dicho. Le retumbaba la voz del silencio en la oreja emperifiyada, arregladita para ver a su familia querida que ya no vivia ni en el barrio de Boedo, ni en ningún lugar de la tierra.
Por primera vez despues del exilio, se sintió sola. Sola en su casa. Habian pasado diez años. En un segundo.
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