lunes, mayo 02, 2011

Marionetas I

Hacia los costados de vuelta una marioneta helada y rancia desboca su mueca y se desparrama entre los objetos que la arropan en un baúl sediento de silencios. El rincón que le guarda respeto, le dá reparo a la luz de candiles eléctricos que cuelgan del techo, se regodean entre alambres y al finn van a dar luz a la cara nefasta de aquel muñeco que tiñe de recuerdos muertos mi infancia de niño convencido de soledades y repleto de altilllos. Son los veranos o los otoños las mismas imágenes que tengo entre las sienes, estaciones de soles por las tardes y de aliento a palmeras en los parques fuera de esta casa, ésta casa la que ahora veo irse sin que haya sido mía.
A través de los años fueron otros los que jugaron a jugar que eran otros, niños extraños y sin voz; y eran otras las marionetas que degustaban su teatro de vida envueltas en trapos y estolas de gargantas roncas. Allá abajo, por las noches, cuando los dueños de casa recibían visita no tenía yo mas remedio que ubicarme en la platea mas alta del teatro de mi vida para observarme una vez a mi mismo, a un espejo demacrado, poseyendo entre las manos los hilos de la marioneta que moría cada vez que la dejaba y moría también al ser tomada.
Moría de todas maneras, ella, aunque fueran otras  expresiones que hilvanaban su rostro de telas y botones.

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