Hay un olor a tiempo perdido,
un aroma a distancia que no explota
una caricia que brota por el suelo y se hace hoja verde cerca.
Por las paredes de este tiempo no crece el verdín soleado ni la sombra marchita.
Por las veredas no pasan los pasos de nadie,
y no hablo de silencio.
No hablo de vacío.
Digo que ese olor a óxido del olvido puede parecernos viejo.
Pero es la calle que viene la que huele a nadie.
Porque no hay casa inhabitable, ni habitante de los techos de la vida
que no pueda escaparse del aroma a la herida.
Hay un olor a tiempo perdido,
lo repito,
porque lo que se huele por las ansias
se escupe por el tiempo.
Hay un olor a tiempo muerto:
hoy viene a buscarnos la ausencia,
con su fragancia a deseo roto.
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